Redactores

23 abr 2009

Esta vez sí que cuesta dinero


Desde acá les hemos relatado una que otra historia curiosa de las obsesiones que el hombre puede tener. La de hoy no es nada curiosa, pero si es muy cara. No para el que la padece, pero sí para el afectado: la cleptomanía, o el impulso incontrolable por robar. Escribo sobre esto, y no de manera trivial, ya que he constatado personalmente que es un problema muy serio, sobre todo en los jóvenes.




Hace dos días, mientras esperaba para pagar mi compra en el supermercado, un chico de no más de 18 años intento salir del establecimiento. Pero justo antes de conseguirlo, una alarma antirrobo se activó a su paso. El vigilante, por supuesto, acudió en el instante y revisó el bolso del chicuelo. Luego murmuró algo así como: “¡Joder!, de nuevo todo esto por un par de chucherías”. Y se fue junto al joven a un cuarto pequeño. No sé que pasó luego, pero la cajera me dijo que para ella ese lametable show era ya algo frecuente.

Me di a la tarea de investigar ese que llaman el “robo hormiga” y, como siempre, me di cuenta de que es ya algo muy común. Se sabe sólo al ver los resultados de la búsqueda en Google, más de 123 000 resultados. ¿Cuántos de ellos serán perpetrados por algún maníaco, un cleptomano? Nadie lo sabe, y para mí ese es el mayor problema: que nadie lo considere una enfermedad, sino más bien un problema lateral. Y no es así, los cleptomanos necesitan ayuda, no dinero.




26 mar 2009

Alejandro y las series de TV norteamericanas

Alejandro es un chico de 25 años. Aterrizó en Pamplona hace apenas 6 meses y ya siente melancolía al saber que todo se termina en esta vida, y su periodo de intercambio en la Universidad de Navarra no es una excepción. Vivirá sus primeros Sanfermines en la ciudad del Arga que sufre para las fatídicas fechas de mediados de julio una transformación inigualable a ninguna otra fiesta, tradición o folklore en España: ni las fallas, ni la tomatina, ni las batallas entre moros y cristianos ni las festes de la Mercè consiguen arrebatar a estas fiestas un gramo de impacto a nivel mundial. Hasta que lleguen tan señaladas fechas, el frío invernal ha recluido a Alejandro en su piso compartido de la calle Iturrama, suerte de la calefacción central.



Su principal pasatiempos y auténtica perdición que le apartan de los libros de estudio, las series de TV norteamericanas actuales: Life, New Amsterdam, Los Soprano, House, Anatomía de Grey, y sobretodo Perdidos y Dexter. El cirujano especializado en sangre, Dexter Morgan, vive en la paradisiaca y megalómana ciudad de Miami. No tuvo una infancia nada fácil. Apareció en el escenario de un crimen sollozando quedando huérfano. Un alto cargo de la policía local lo adoptó, a pesar de suponer esto involucrarse emocionalmente en un caso de… bueno, Alejandro está a mitad de la primera temporada y aún no sabe qué crimen fue exactamente y hasta qué punto perturbó al pequeño Dex para convertirlo en el “dulce” asesino de culpables despiadados de hoy…



¿Ve en Dexter su alter ego? ¿Hay entre nosotros un asesino sin escrúpulos pero que es capaz de sacar partido a sus macabros instintos para no perjudicar a los inocentes? Quizás no todos los psicópatas son detestables…

Quiero más magia

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Hasta que cumplió los 21 años nunca se interesó por casi nada. Le gustaba el fútbol, a veces leía un libro, veía una película o estudiaba el temario de turno. Pero nada le gustaba demasiado, no se preocupaba ni obsesionaba por nada. A esa edad, eso cambio. Y todo por culpa de Youtube.

Desde que la conoció, Gabriel comenzó a visitar esa página Web cada vez más seguido. Mientras navegaba por la Red (como mínimo tres horas diarias), no le interesaba revisar su Hotmail, ni leer algún periódico, ni siquiera entrar a Facebook y saludar (y espiar) a sus amigos. Él directamente iba Youtube.com.

Cada semana escogía un tema y buscaba hasta el último vídeo que estuviese relacionado con él. Aunque, aparte, cada día revisaba si alguien había colgado un nuevo video sobre Magia. Le fascinaban. Siempre, desde pequeño, se había preguntado cómo los magos lograban esas increíbles pequeñas hazañas. Hoy lo sabía.





Pero un día se dio cuenta que ya había visto todos los vídeos relacionados a ese tema, y que cada vez se colgaban menos vídeos mágicos. Pasaron semanas y él seguía sin encontrar nada, y se agobio mucho. Así me lo encontré: preocupado y triste. No te preocupes, le dije. Sólo tienes que escribir la palabra “Magia” en otra Web. Y así lo hizo, ahora Dailymotion.com recibe una visita diaria más.



¡Fuego!

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Desde hace tres años que tenía la intención de visitar Valencia, y hace un par de días por fin lo logré. Justo en la semana en que celebran sus fiestas, las Fallas. Desde que uno llega se siente un olor fuerte a pólvora quemada, en casi cada esquina de la ciudad se pueden comprar petardos (en todas sus variedades) y en cada calle al menos un niño les da fuego.


Mascletà

Justo en una de esas calles, en la que se llama Lluis Oliag, me encontré con un tipo muy interesante. Al menos para este blog. Se llama José Luis, tiene 53 años. Según me contó, desde que tiene memoria la semana de Fallas ha sido para él la más feliz del año. “No porque me encanten los Ninots, o las comidas, o las celebraciones. Lo que pasa es que me encanta el fuego y la pólvora”, afirma Chema, como le dicen sus amigos. Él es un pirómano. “En Valencia, como puedes ver, habemos muchos. Sólo escucha”, me dijo, mientras al fondo sonaban los cientos de petardos que arden durante la Mascletà. Me contó también que él había ayudado a la quema desde los 15 hasta los 43, de ahí venían todas esas quemaduras en sus brazos. “Pero eso no lo convierte en pirómano -le dije-. En El Salvador, mi país, todos quemamos petardos (y muy grandes) desde pequeños para celebrar la navidad y el año nuevo. De hecho el olor a pólvora me recuerda esos días”. José Luis se quedó pensando un momento, luego me dijo: “Que interesante. Quizá te visite este año”.

Festejo de Año Nuevo en El Salvador






12 mar 2009

Nos (otros): manías de tus redactores

Despertarse con la radio

Cada mañana, a las 7.00hrs., mi radioalarma suena y sintoniza el 92.2 del FM. A esa hora es la voz de Frank Blanco la encargada de despertarme. Según el EGM, la cadena 40 principales cuenta con unos 3.586.000 oyentes. Como ven, yo soy uno (aunque no me guste aceptarlo), y a primera vista eso parece ser algo normal.


Pero he descubierto que no lo es, al menos no para mí. No es normal depender de ¡Anda ya! para ponerse en marcha cada día. Lo comprobé esta semana, durante la que he hecho un experimento: desde el lunes hasta hoy he sintonizado otro dial. He escuchado otros programas y otras voces. Y mañana volveré donde siempre, al 92.2. Sí, no lo puedo evitar. Es parte de mi rutina, es una costumbre, un vicio o sólo una manía más. Pero es efectiva: durante la mañana nunca estoy de mal humor.







11 mar 2009

Tricotilomania o comerse el pelo


Comerse las uñas o la carne muerta sobrante de los dedos. Son manías detestables para la mayoría de los mortales. Por tradición y por inercia, las acabamos asumiendo como hábitos más o menos comprensibles en nuestra sociedad. Pero… ¿qué me decís de comerse el cabello? ¿Qué palabra os viene a la mente? ¿Repugnante? ¿Retorcido? ¿Desagradable? Aunque resulte difícil de creer, es una enfermedad que padecen muchas personas en la actualidad cuyo nombre exacto es tricotilomania.

Quienes padecen esta enfermedad nerviosa y obsesiva no pueden evitar tirar de su cabello hasta conseguir arrancárselo uno por uno o a matojos, y acto seguido ingerirlo como si se tratara de un alimento más. Esto genera un grave problema de acumulación de pelo en el estómago que en la mayoría de casos termina en los quirófanos y en las páginas de noticias insólitas.



¿Cuál puede ser el germen? Es decir, ¿en qué momento una persona y fruto de qué comienza a sufrir esta extraña patología? Los investigadores especializados en el tema apuntan principalmente al estrés y a la presión laboral y familiar.

Si alguno de los internautas que nos leen habitualmente sufre esta o alguna patología sabemos de especialistas que le pueden ayudar. Así que no tengáis miedo de compartir vuestro problema. Estamos con vosotros.